El estudio de la responsabilidad social en las universidades debería prestar atención a uno de los psicólogos más olvidados en un tiempo en que sus enseñanzas resultan más fundamentales: Albert Bandura. Partiendo de su teoría social cognitiva, pueden desprenderse al menos 3 conceptos clave para entender la importancia de la educación en responsabilidad social: el aprendizaje vicario, la agenciación y el desenganche moral.
Debería ser importante aproximar la ciencia a la sociedad, así como abrir espacios para la interdisciplinariedad y, en este caso, la inclusión de conocimientos básicos sobre la psicología humana en las diferentes áreas del saber. Albert Bandura es un referente para la investigación en psicología, conceptos como el aprendizaje vicario implican que aprendemos sin necesidad de llevar a cabo una conducta con lo cual en un entorno con ejemplos constantes de irresponsabilidad hacia la sociedad, cuestión ahora estudiada desde la neurociencia y las neuronas espejo, podemos “absorber” modelos de comportamiento que luego en similares circunstancias podríamos replicar al haberlas incorporado.
¿Qué implica esto? En primer lugar, que es importante atender al entorno que generamos, donde educamos a la infancia y la juventud, donde nos educamos en la madurez. Desde los espacios sociales, hasta los cada vez más presentes medios audiovisuales y sus contenidos, y para muestra reflexionemos sobre qué transmiten la mayoría de programas que podemos ver y sobre cuantos realmente transmiten modelos que puedan favorecer el crecimiento personal más allá de la simple distracción.
Por otra parte, al desarrollar el concepto “agentic” Bandura (2001) , refiere a la capacidad humana de evolucionar en la constante interacción entre comportamientos, factores personales (cognitivos, emocionales, biológicos) y el medio. Las personas podemos mejorar nuestras condiciones, desde un principio fundamental de ser conscientes de nuestras capacidades y en base a ellas adaptarnos y adaptar el medio para desarrollarnos en él y con él (sostenibilidad). Esto es crucial, más en un momento como el actual, en el cual se habla de que las generaciones más preparadas de la historia de la civilización humana, merced de los avances científicos, seguimos sin resolver problemas sociales que desde hace siglos están presentes como parte de la sociedad: desde la brecha social entre ricos y pobres, a la destrucción del medio, y sin ir más lejos, a las altas tasas de desempleo que se registran cuando supuestamente unas instituciones forman a la gente para ser parte activa en el desarrollo de la sociedad.
Si bien Damasio (2007) desde la neurociencia respalda esta perspectiva de hallarnos preparados para evolucionar en nuestro desempeño, en el medio y en sociedad, hacia una conducta ética, por otra parte Bandura (2002) ha abordado el proceso de desafección moral o des-responsabilización. ¿Qué implicaciones tiene ello? parece que el estar capacitados para evolucionar requiere la interacción de emoción y cognición, no se puede limitar tan solo la evolución de la mente desde un uso de la racionalización porque cuando encontremos situaciones que no se ajustan a lo que consideramos que deba ser justo: desde la pobreza a nuestro alrededor, a saber que se están produciendo muertes, el cerebro más racional adopta una postura de evitar sentir justificando e ignorando con la razón lo que le dice el corazón.
La responsabilidad social, desde que es aplicada al mundo empresarial como exponente del desarrollo humano desde las revoluciones industriales, y el cada vez más extenso acceso a información mediante la tecnología, supone para la razón un serio problema para negar, justificar o des-responsabilizarnos de las situaciones que por irresponsabildad atentan contra la humanidad y el medio.
Bandura a través de su extensa obra aporta importantes puntales para tener presentes desde la educación: aprendemos lo que vemos, debemos velar por lo que transmitimos, somos capaces de progresar pero ello debe contemplar coherencia entre razón y emoción, o corremos el riesgo de una ceguera ante la realidad y una involución a raíz de no querer ser conscientes de comportamientos que no representan la madurez moral y ética para la cual nuestra mente está preparada.
La educación en todas sus etapas tiene algo que decir y que reflexionar; la educación superior, como puerta de acceso a la gestión de las diferentes áreas de nuestra sociedad, es clave que inserte en sus currículas académicas estos aportes que favorezcan el desarrollo de sociedades sostenibles desde personas que asumen ser agentes de desarrollo con competencias para encarar las tareas que ello implica.
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