Artículo: RSU, otra forma de analizar la labor universitaria

Artículo publicado en La República por el Dr. Mario Enrique Vargas Saenz, director de Eafit Llanogrande.

“Han pasado años desde que se ubicó en el escenario consciente de las organizaciones, especialmente de las empresas, el concepto de responsabilidad desligado del ámbito particular y personal de las conductas de los individuos que las conforman.

Allí se empezó a reflexionar y actuar con seriedad sobre las implicaciones y consecuencias que dicho valor tenía frente a la posición y tarea de cada una en medio de la sociedad en la que ejerce su actividad productiva.
La universidad cabe también bajo la categoría de organización, y como tal, no solo vive una serie de implicaciones de tipo sistémico y relacional, sino adicionalmente en la realización de su objeto específico se piensa, investiga y genera conocimiento que coloca al servicio de la sociedad y del cual obtiene nuevos retornos.
Y es que ingresando en los circuitos virtuosos del aprendizaje enseñan, cuestionan y excitan nuevas posturas frente a su papel como esa instancia que hace posible, como la familia o la sociedad misma, un cambio de conducta en las personas a través de experiencias y prácticas significativas para el entorno en el que se desenvuelve.

Esta autorreflexión es ya, por sí misma, un acto de responsabilidad máxime cuando sus frutos ingresan a la dinámica de sus objetivos en clave de contribución.
Como práctica axiológica, la responsabilidad en la universidad es connatural con su esencia: ella existe para generar transformaciones que redunden en condiciones de mejora y calidad de vida para las sociedades que representa, y es social en la medida en que no solo participa de esta realidad, sino en la búsqueda permanente de espacios incluyentes, comunes, comunitarios, abiertos, flexibles y universales, por lo que desborda cualquier precomprensión de esta acción como filantropía, como función o como simplemente moda.
Ser universidad es ser agente transformador del desarrollo sostenible y sustentable de una sociedad local o regional en un contexto global, y para ello requiere ante todo implementar prácticas de buen gobierno al interior de su propia estructura no solo para evitar cualquier amago de corrupción, sino para garantizar el cumplimiento del marco normativo y procedimental que le permita con eficiencia y transparencia cumplir su misión internalizando sus externalidades.
En este sentido, la universidad socialmente responsable debe garantizar un clima interno de excelencia en lo laboral y en lo organizacional, y debe responder a los grupos de interés entablando con ellos relaciones transparentes y democráticas que, en sanas conversaciones, estimulen la pregunta, la reflexión crítica y validen la presencia de cada uno.
Si alguien esperara ver detrás de la RSU conductas más “concretas” debe hacerse la pregunta del impacto generado por una adecuada reflexión epistemológica que integre la realidad, la verdadera realidad, a los momentos del aula, de la investigación y de la extensión.
Desde allí se llega casi con inmediatez a la participación social en una doble vía: el aprendizaje permanente y las contribuciones concretas a la solución de problemáticas sociales concretas.
Eafit es uno de esos ejemplos
La universidad Eafit, como muchas universidades de nuestro país, viene trabajando con seriedad en esta línea, y muestra de esa labor es su misión, en donde señala con claridad su deber de contribuir al progreso social, económico, científico y cultural del país. Acompaña al estado y a particulares en la formulación, operación y evaluación de proyectos de alto impacto social, garantiza la presencia de diversos grupos sociales gracias a un balance social muy importante que, entre otros, cuenta con más del 12% de su población con auxilio de beca de estudio y algunos de manutención, y al implementar su estrategia de Eafit Social facilita el diálogo y la capilaridad de la misma con la sociedad en la que responsablemente actúa.